Aquella mina que de sus entrañas nos vio nacer… “La Negrita”
Los orígenes de Parral están en el subsuelo, en el trabajo de los pobladores que le dieron valor a su naturaleza.
Por: Luis G. Prieto Ramírez.
Mañana se cumplen 391 años del hito fundacional del Real de Minas de San José del Parral, comunidad que sobrevivió en el tiempo y que hoy se enorgullece de su pasado. Una mina es el germen de su existencia, cuyos pies fueron poco a poco poblados por hombres y mujeres que veían hacia el futuro, que echaron sus raíces precisamente en el lugar donde la plata era extraída.
La historia de “La Negrita”, mina fundadora del Parral, es muy compleja debido a las interpretaciones que se han construido en torno a su descubrimiento. Nadie sabe en qué momento Juan Rangel de Biezma cavó en la veta que le daría vida a esta casi cuatro veces centenaria población.
Sin embargo, se conoce con certeza que el oriundo de Culiacán encontró la bonanza que impulsaría a miles de personas para llegar al “nuevo descubrimiento”, originarias casi todas ellas de comunidades asentadas en el septentrión de la Nueva España, virreinato que se encontraba en un proceso de expansión.
El cerro de la Cruz o del Parral, como se le conocía en ese entonces, ofreció las bases para la conquista y apropiación de ese espacio que no era desconocido para muchos, puesto que se encontraba en la ruta que conectaba a viejas poblaciones como Santa Bárbara y el extinto mineral de Todos Santos.
De acuerdo con las fuentes, fue en el verano de 1631 cuando se concretó el hallazgo. Una mina cuyo primer ensaye arrojó la increíble cantidad de siete marcos de plata por quintal en una zona donde se consideraba dignas de explotarse las vetas que ofrecían sólo dos. Es un hecho que Juan Rangel de Biezma no fue el primero en llegar a la zona, a la redonda ya se encontraban algunos yacimientos en explotación e incluso haciendas de beneficio.
Quizá fue la suerte de cavar en el lugar correcto lo que le hizo ser el descubridor de tan histórico filón, que reconfiguró toda la provincia de Santa Bárbara y permitió el avance español más al norte de la Nueva Vizcaya. El impulso económico se vio reflejado por la instalación de nuevos vecinos y la apertura de rutas comerciales. La plata tenía que salir, y por ello, las autoridades tuvieron que brindar seguridades a los colonos y trasportistas.
Se trató de diferentes bonanzas y rumores que propiciaron el poblamiento en las faldas del cerro del Parral, un proceso tan complejo que todavía es un reto para los historiadores determinar el origen o momento fundacional del dicho real. La fuentes históricas hablan poco y las referencias son un tanto contrastantes.
Aparentemente a nadie le importó dejar un registro concreto… ¿O sí lo hicieron?
Aún no los sabemos, pero la mina fundadora sigue de pie aunque no funcionando, continúa silente coronando la ciudad de Parral y disfrutando de su crecimiento. Callada así como lo fue años anteriores a su descubrimiento, cubierta de piedra, inamovible y serena, celosa de sus entrañas, parte del místico paisaje que encierra el norte de lo que un día fue la Nueva España. Parral conmemorará un año más de vida común gracias a la participación de todos sus hijos, de todos los parralenses que reparte por el mundo.