Carta de Pedro a los niños de Parral
Reflexiones de Pedro después de «Un cuento de Navidad en Parral»
Por Pedro Scrooge, el minero
Mis queridos amigos y amigas,
Durante muchos años viví con una extraña certeza en mi corazón: las minas y su plata bastaban para hacerme sentir satisfecho, incluso feliz, ¿feliz?, eso creí hasta este diciembre.
Ciertamente, la navidad nunca me había gustado. Me parecía un gasto absurdo, un derroche de dinero, “amor” y tiempo. Así que, año tras año, navidad tras navidad desprecié a mi sobrina y su familia. Me parecía una cosa de bobos.
Esta noche buena yo estaba camino a mi casa cuando un viejo amigo difunto me detuvo: era Carlos, mi socio en las minas. Me advirtió sobre la llegada de tres espíritus: uno del pasado, otro del presente y, finalmente, uno del futuro.
Y bien… ustedes ya conocen el resto de la velada.
Mi sobrina estaba muy feliz y asombrada al verme aparecer en su puerta. No podía creer lo que estaba pasando. Me invitó a sentarme en su mesa y cuando nuestra alegría dio paso a una serenidad desconocida para mí, les conté todas las cosas extraordinarias que me habían llevado a acompañarlos esa navidad. Ciertamente, fue maravilloso.
De golpe me di cuenta que quizá la vida era otra cosa, algo más cálido y sencillo que las minas con su plata fría. Antes de volver a mi casa me detuve a recoger los mensajes, que tan amablemente todos ustedes escribieron para mí, para que esta sea una navidad verdaderamente feliz. Ustedes apuntaron que necesitamos ser sanos. ¡Y yo que pensaba tener la razón! por gastar mis energías en el trabajo y creer que un obrero es virtuoso siempre y cuando termina la jornada muy agotado. También han escrito que es importante tener un trabajo, pero, no cualquier trabajo sino uno que haga sentir a los adultos personas orgullosas y libres. Y me parece que tienen toda la razón, jamás lo había pensado. Igualmente, han señalado la importancia de la unión y la solidaridad, ¡cómo estuve equivocado! Yo que siempre pensé en estar solo, que no necesitaba a nadie sin reconocer cómo un terrible vacío de ambición y soberbia crecía dentro de mi corazón. Finalmente, muchos de ustedes escribieron que para que sean posibles muchas navidades verdaderamente felices debemos limpiar nuestro planeta. ¡Cuánta razón tienen mis pequeños amigos y amigas! La Tierra es el hogar donde celebramos la vida.
Espero que no sea tarde para dar marcha atrás a estas ideas monstruosas que me impidieron ver el amor que nos rodea, la alegría de pasar el tiempo con nuestros seres queridos, de disfrutar nuestra salud, de maravillarnos con la naturaleza. De corazón, amigos y amigas, lamento si esas terribles ideas, que por mucho tiempo me gobernaron, les pudieron causar enfermedad o desdicha. Ahora soy menos necio y mi corazón es más fuerte.
¡Feliz Navidad a todos!