La cultura religiosa del rarámuri al borde de la desaparición

Un problema a causa de la ignorancia y superioridad que pretende ejercer el Chabochi

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Serie: La danza que armoniza a la comunidad tarahumara con su espíritu y los mantiene en equilibrio con el mundo

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Fotografía tomada del libro Los tarahumaras pueblo de estrellas y barrancas

Actualmente una de las culturas originarias de nuestro país como la Tarahumara sufre un riesgo inminente, una milenaria danza encumbrada en los más inhóspitos rincones de la sierra chihuahuense, una tradición que aún preservan los pueblos rarámuri y que luego de varios milenios está en peligro de perderse a causa de la ignorancia y la superioridad que pretende ejercer el “Chabochi”, es decir el hombre que no pertenece a su cultura.

El rarámuri es un ser resistente, una persona religiosa, ferviente creyente de sus dioses el sol y la luna, todo lo que hacen es en función de cuidar su entorno, de mantener viva la tierra que los vio nacer, incluso piensan que son ellos los pilares del mundo, que si un día ellos faltasen, todos seríamos aplastados.

Es por eso que pretenden vivir de una forma que armónica con su entorno, con sus creencias, con tierra y toda la naturaleza, en ocasiones pareciera ser que el ambiente natural y el tarahumara es uno mismo.

Sin embargo a diario enfrentan un peligro inminente, perder su cultura, aquellos rituales y acciones que les dan identidad, las creencias que les han enseñado sus antepasados. La cultura occidental pretende despojarlos de su fe y la manera de ver las cosas.

Sus danzas y rituales poco a poco se están diluyendo, la superioridad de quienes tienen el control del sistema, se han atrevido a trastocar lo más íntimo de sus creencias, al punto de decidir si les permitirán o no realizar una de las danzas milenarias como la del peyote.

El gobierno considera dicha planta un enervante, un peligro para la sociedad, y a raja tabla, sin tomar en cuenta al pueblo rarámuri, los limitan, el ejército destruye sus cosechas y hasta controlan el momento en que deben o no danzar.

Esto es un grave atentado contra una cultura que existe desde hace miles de años, y que por diferentes factores el sincretismo no les había afectado en gran medida, por lo que los cambios generados en sus tradiciones mantienen la esencia de su origen.

Por otro lado los diferentes grupos religiosos ven en el tarahumar un nicho de oportunidades, para ganar más adeptos, sin tomarlos en cuenta o analizar sus necesidades, simplemente buscan convertirlos.

Dado lo anterior es que se debe de poner en su exacta dimensión, la importancia que tiene el conservar una cultura como la rarámuri, una de las pocas que se mantiene viva a pesar de la globalización avanzada en los últimos años.

Que tanto las autoridades, las comunidades eclesiásticas, y la sociedad en general, reconozcan el valor que tiene una civilización originaria, y en lugar de encargarnos de disminuirla, podamos aprender de ella, conocer su cosmovisión, su manera de relacionarse con la naturaleza y todo ser vivo, rescatar sus valores, y saber equilibrar nuestra alma y cuerpo, como lo hace el tarahumara desde hace miles de años.