La danza del Grinch en el Centro: un replanteamiento de la Navidad fuera del sistema de consumo
-El Grinch, un personaje que pone en el centro a los más marginados
Por: Carlos Franco
A todos los “Quien” de Parral les encantaba la Navidad. Pero al Grinch, que vivía justo dentro de la Mina La Prieta, ¡No le gustaba nada!…
Desde las frías y nevadas tierras del norte de Villaquien, el Grinch ha venido a Parral. Cuentan los pobladores que es su primera visita a esta ciudad. En estos días de diciembre, decenas de familias han visitado el Centro para realizar sus compras navideñas, en su trayecto muchos de ellos se han detenido en la Plaza Principal y han encontrado a un personaje de pelaje verdusco danzar canciones navideñas. El duende, con las cejas curvas agachadas hacia la nariz y con una malévola sonrisa, pasa con un gorro navideño. La gente estira la mano, le dan una moneda y, quizás, hasta uno que otro billete.
A diferencia de Santa Claus, los niños, en vez de pedir regalos, llegan con obsequios para el Grinch; “Es un personaje que causa ternura”, dice una mujer con una larga chamarra negra sentada en una de las bancas de la Plaza Principal. La última noche antes de Navidad, uno de los pequeños le había dejado un perrito de peluche, tenía el cuerpo rosado con la panza y orejas verdes. Estos personajes navideños como Papá Noel y el Grinch, que en esencia son antagónicos, nos obliga a replantearnos un sentido distinto de la Navidad. Decostruirlos nos permitiría verlos menos como las antítesis que representan, es decir, un Papá Noel interpretado fuera de un sistema capitalista se asemejaría a la noción de Navidad que se plantea con el Grinch dentro del cuento infantil del Dr. Seuss, en donde lo más importante no son los regalos sino ver por los más pobres o marginados.
Ese mismo día, antes de Nochebuena, las calles del Centro permanecieron abarrotadas. Las filas de automóviles y transeúntes se alargaban y amontonaban como personajes de una pintura de Rubens, vestidos con chamarras, gorros, bufandas, algunos con cubrebocas bajo la barbilla, puesto de nariz a boca y con el rostro descubierto en otros casos. Mientras los compradores abandonaban las calles del Centro, muchos de ellos cargando entre sus brazos y manos con una o hasta cinco bolsas de plástico, las pilas de cajas y bolsas negras de basura sobresalían como castillos de cartón con columnas improvisadas hechas de contenedores atiborrados de botellas, envolturas, papel, etc.; era como un imperio de basura.
La noche avanza, con sus luces rebotando en calles cada vez más vacías. Eran casi las nueve de la tarde y Santa ya se había retirado con su trineo y renos. Sin embargo, aún en la Plaza se escuchaba algunos villancicos grinchescos, provenían de una bocina acomodada en un tripié negro. El personaje estaba descansando un rato, era el Grinch, para después volver a bailar con expresiones cómicas y parodiar corografías navideñas. Este duende marginado salido de los cuentos del Dr. Seuss y de la pantalla grande, nos hace replantearnos otro sentido de la Navidad, sobre todo en un escenario de hiperconsumo (como el de los últimos días en nuestra región y el mundo).
El Grinch baila en el Centro de la ciudad, con sus movimientos sale de los márgenes. Este personaje permite replantear que son los “villanos”, sacarlos de esos moldes maniqueos y, sobre todo, a quienes han sido marginados en esta época, las personas de más escasos recursos quienes, para poder celebrar la navidad como en las películas, series o anuncios comerciales, tendrían que contar con una mejor situación económica.
El Grinch toma su gorro navideño. Una moneda tras otra cae dentro de ésta. Con él la Navidad es compartir y ver por los más desfavorecidos, mientras que, con el Santa Claus contemporáneo, vestido con el color de una de las empresas refresqueras más poderosas del Mundo, funciona para los mecanismos de consumo y “el poder seductor”, el cual, según el filósofo surcoreano, Byung-Chul Han, es parte de las estrategias de control de este sistema capitalista.
La Plaza termina vacía, cerca del quiosco hay dos perritas (madre e hija). —¿Por qué le toma fotos a mis mascotas? — me pregunta uno de los taxistas, —es para una crónica— respondo —espero que no haya problema—. El Grinch se inclina y acaricia a una de las canes, —Aquí está mi Max— dice, refiriéndose a su fiel compañero perruno que aparece tanto en el cuento y la película.
Desconocemos si este duende planea robarse de nuevo la navidad, su corazón, que era tres veces más pequeño que el de los “quienes”, terminó creciendo al punto de que el personaje dejará de ser un duende amargado. Al final de su jornada el Grinch toma un taxi, se lleva consigo su peluche que le regaló una niña. En otras ocasiones se ha traído consigo ositos, dulces y chocolates. “Inspira mucha ternura a los niños” dice la mujer de la banca y, además, logra que los deseos navideños no sean sólo individuales, sino que involucren un compromiso con los que menos tienen.