La fe como partícipe de una fundación: Parral cumple 391 años

Conoce cómo las necesidades de un religioso obligaron a la redacción de un histórico documento que valora el momento fundacional de la ciudad.

Por: Luis G. Prieto Ramírez


Parral es una comunidad histórica con profundo arraigo en la fe, cuya tradición y memoria están íntimamente ligadas al sistema de creencias que opera en la comarca incluso desde antes de su aparición. La religiosidad de este pueblo se extiende más allá de los 391 años que se suponen cumplidos, en una dinámica que incorpora también a los habitantes de Santa Bárbara y el antiguo Valle de San Bartolomé.
En esta provincia del antiguo régimen se descubrieron riquísimas minas de plata que suscitaron el movimiento de personas y el establecimiento de nuevas poblaciones. Parral surgió en el contexto de esta empresa, gracias a los intereses mineros que fueron el motor de la apropiación del norte novohispano; a ellos se les debe en gran medida la existencia e infortunio de muchos pueblos.
En este mes que celebramos un aniversario más de la fundación del Real de Minas de San José del Parral, no pueden faltar la memoria y la revisión de nuestro constructo identitario, obligado es saber que aquellos que se dedican a la historia en esta localidad se basan en la documentación que generó un sacerdote para definir dicho origen y descubrimiento.
Amaro Fernández Pasos fue el primer religioso que se presume celebró la eucaristía en este mineral, el cual indica, a través de un texto fechado el 8 de febrero de 1632, que llevaba oficiando misa para los vecinos del nuevo descubrimiento del Parral cerca de ocho meses. Por esta referencia, autores como Guillermo Porras Muñoz y Rubén Rocha Chávez, interpretaron que la riquísima veta del Cerro de la Cruz, mejor conocida como “Mina La Negrita” fue localizada aproximadamente en julio de 1631.
Quizá el interés del padre Fernández no era dejar un indicio para que en el futuro se utilizara como fuente histórica, sino simplemente seguir ejerciendo su ministerio, el de llevar a estos pobladores la Sagrada Eucaristía y como consecuencia, constituir con ellos la primera comunidad cristiana a los pies de la mina fundadora.
Lo que este interesante documento nos revela es la histórica necesidad que el pueblo de Dios tiene para vincularse con el Creador, que sin duda alguna, este impulso fue parte fundamental para el surgimiento de esta sociedad.
Parral es un ejemplo de cómo las instituciones promueven el desarrollo, la Iglesia, en este sentido, fue capital para que una nueva población se integrara, porque en el momento de su origen fue cobijada por hombres como Fernández Pazos, que cumpliendo con su misión en la tierra, hoy nos ofrece certidumbre para el conocimiento de una circunstancia tan vital como el origen.
Por supuesto que la religiosidad del pueblo de Parral es un elemento identitario que imprime en cada generación rasgos aunque distintos muy similares para estimular la continuidad de proyectos. No se puede entender Parral si no se contempla el significado de sus coloniales templos, que son monumentos a la fe, una virtud que para los parralenses está sobre todas las cosas, porque bien lo dice su lema: ¡Sobre todo la Fe!

Léase también en revista mensual de la Diócesis de Parral, “Sobre todo la fe”.